testimonios mujeres




Que encontré al llegar a la comunidad:
Cuando entre por las puertas de la comunidad lo primero que encontré fue comprensión, amor, y serenidad (me explico) cuando me senté por primera vez en una reunión de A.A. y con voz temblorosa dije que no sabía cómo dejar de beber, que mi vida se había convertido en un infierno y no encontraba solución, mis compañeros me explicaron que no era culpa mía, que esto es una enfermedad que no tiene cura pero se podía detener, me dijeron que ellos habían pasado por lo mismo que yo, me contaron sus experiencias ahí sentí que comprendían esa angustia que yo llevaba, no hubo un reproche, o un tu puedes dejarlo cuando quieras, me animaron me dijeron que sola no se puede, pero si me daba la oportunidad que ellos en su tiempo se dieron, saldría adelante y tendría una forma de vivir totalmente diferente a la que llevaba en ese momento, sólo me pedían honestidad conmigo misma y el deseo de dejar de beber, venir a las reuniones y compartir mis alegrías o mis inquietudes y poco a poco vería los resultados mientras ellos me iban dando sus sugerencias me fui dando cuenta con que amor me transmitían esa esperanza que ellos compartían, la esperanza de un camino más fácil y cómodo, veía esa serenidad en cada cara no estaban inquietos me hablaban con firmeza, con convicción, con fé.



Como me he sentido y qué cambiado:


Me he sentido en momentos pérdida pero siempre he tenido un compañero a mi lado que me ha extendido su mano para que me de cuenta que no estoy sola, que se puede salir de este sufrimiento solo con tener un poquito de buena voluntad, cuando llegas pidiendo ayuda no sólo es porque bebes es porque ya no sabes manejar tu vida, ni siquiera sabes por donde empezar pero ahí está A.A. para decirte tu puedes, tu vales, eres un ser humano único y siempre tendrás la oportunidad de empezar de nuevo si tu lo quieres y empecé a tener serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que si puedo y sabiduría para reconocer la diferencia. No me fue fácil, pero me dí cuenta que soy capaz de enfrentarme a los problemas sin alcohol, a buscar soluciones para ellos y si no los había dejarlos, pues la vida se te da para vivirla con alegría no para morir en vida.



Como veo la vida al día de hoy


Hoy soy una mujer feliz con mis defectos y con mis virtudes disfruto de cada momento o por lo menos eso intento, me quiero a mi misma cosa que antes no sabía hacer aprendí a reirme de mi misma, a ser feliz conmigo misma y haciendo ésto puedo reír con los demás ser feliz con los demás, dar amor es lo más bonito que me ha pasado por mi paso por A.A., pues ellos me dieron todo su amor y yo me sentía feliz, hoy hago yo lo mismo y es curioso, cuanto más amor doy más amor recibo, hoy por fín me siento una mujer realizada he conocido la libertad de ser yo misma sin ataduras ni a una botella ni a nada, por eso hoy puedo gritar gracias por devolverme la vida.




FATIMA. Area 12



---------------------------------------------------------------------------------



                              

ME LLAMO GARAZI Y SOY ALCOHOLICA
Cuando cumplí los 18 años le dije a mi madre que como ya era mayor, con mi vida podía hacer lo que yo quisiera y así lo hice. Y muy caro lo pagué. Comencé ha salir los fines de semana, era una estudiante de lo más normal, no resaltaba en los estudios pero si, en mis salidas nocturnas. Siempre rodeada de amigos masculinos, siempre me jactaba que era capaz de tumbar a un hombre bebiendo, como si aquello fuese una competición. Nunca imaginé a donde me llevaría mi competición, acabaría convirtiéndome en una alcoholica.
Haciendo mi inventario, ahora diría que soy alcohólica desde el primer día que mis labios probaron el alcohol. Creia que el alcohol solucionaría mis problemas, que me ayudaba ha soportar la dura carga que había sido mi infacia y para llevar ese duro saco utilizaba el alcohol. Con unos 22 años comencé ha preguntarme si no tendría problemas con mi forma de beber, ya que no conseguía beber un par de copas como hacían mis amigos y parar. Una vez comenzaba, no paraba hasta acabar borracha, bebía muy rápido, para sentir esa sensación de bienestar que me daba el alcohol, pero una vez alcanzada seguía bebiendo para no perderla y acababa tirada por los suelos. Compré libros sobre el alcoholismo, pero me engañaba a mi misma, diciendo que yo, no hacía esas cosas y así poder seguir bebeiendo. La cuestión que no quería verme reflejada en lo que leía.
Para mi, una persona alcohólica no era el que estaba en la calle, pero si lo era el lo necesitaba nada más levantarse y así comenzar ha funcionar y a mi no me ocurría eso, ya que por ese entonces, solo bebía los fines de semana, aunque ya empezaba hacer mis escapadas entre semana también. Conocía a un chico con el que me fui a otro pueblo ha montar un negocio conjunto con él, un pub. Ahí es donde comenzó mi declive. Los tres primeros años logré controlar algo, pero...mi relación se rompió, mi padre sufrió un accidente de trabajo y claro, pobrecita de mi. Tenía la excusa perfecta para seguir bebiendo. Al poco tiempo conocñi a otro hombre, el cual aguantó carros y carretas junto a mi, sospechando en silencio durante años, que algo me pasaba y no quería reconocer. Un año más tarde operaron a mi madre de un tumor cerebral, del cual se recuperó, mi padre sufrió un segundo accidente de trabajo en cual falleció. En la misma semana del fallecimiento de mi padre, acudí al funeral con la cabeza vendada, ya que me había caido por las escaleras por la borrachera que llevaba y me había abierto literalmente la cabeza. Me asusté, me asusté muchísimo pero...solo duró 15 días, el tiempo que tardé en recuperarme.
Por esos tiempo, yo ya bebía ha diario y alguna vez que otra, me asaltaban las dudas de que podría tener un problema con la bebida. Mis borracheras cada vez eran peores, había intentado empezar ha beber más tarde, no mezclar las bebidas, ponerme un tope de copas que nunca cumplía. Nada me funcionaba. Mi novio vivía fuera y yo sola, asi que...no tenía que dar explicaciones ha nadie y si las teniá que dar, me las inventaba ya que la mayiría de las veces, no recordaba con quien había estado la noche anterior, como había llegado ha casa, donde había aparcado el coche. Engañaba, ocultaba, hacía lo que fuera posible por no tener que reconocer que ya no tenía vida social, a no ser que tuviera una botella al lado de mi. El último año de llegar a la comunidad, la pasé con muchas lagunas mentales, no recordaba nada de lo que hacía esas noches. Me prometía una y otra vez, que esa sería la última vez y no era, capaz de cumplirlo. No solía repetir las salidas con las mismas personas para que no diesen cuenta de que siempre acababa borracha. Solía comprarme bebida para casa, cuando llevaba un número determinado de copas, me iba a la calle para seguir bebiendo sola, donde nadie podría controlar cuanto ingería.
Llegué ha estar tan mal que nada me importaba, me volví una irresponsable y me daba igual que mi madre perdiera todo lo que tenía por haber avalado mi negocio. Llegó un momento en que me daba igual vivir o morir, sabía que si no dejaba de beber, no duraría mucho y aún así no era capaz de dejarlo. En el fondo quería morirme en una de esas borracheras y asi dejar de sufrir. Hasta que llegó ese día en que toqué fondo. Ese 4 de agosto, en que mi tremenda resaca, me tragué ese orgullo, ese que casi me mata, y reconocí que no podía hacerlo sola. Lo había intentado, pero el alcohol me había derrotado. Y busqué ayuda, busqué en las páginas amarillas y al día siguiente me presenté,  sin pasarme el mensaje me senté en una silla y me liberé al decir. Soy Garazi y soy alcohólica. Han pasado unas 24 horas, me queda mucho camino por delante, pero no tengo orisa. Y lo se, he vuelto ha nacer. Se me ha concedido el privilegio de enderzar mi vida y hacer algo con ella. Tengo una segunda oportunidad que no quiero desperdiciar así que asisto a las reuniones,  hacer algún servicio y estar muy atenta con lo que me rodea. Sigo aprendiendo ha vivir en sobriedad y ayudo al compañero que lo pide y lo quiere. Disfruto de las pequeñas cosas que me da la vida e intento aplicar el programa en todas las circunstancias de mi vida. He conseguido mantenerme sobria, pero sobre todo, he conseguido algo que nunca pensé que lograría, estar en paz conmigo misma.
Soy GARAZI y soy alcohólica y sigo sin beber.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------



ME LLAMO EIDER Y SOY ALCOHOLICA
Fueron muchos los años que viví escondida en las botellas emborrachándome día a día, una situación que por momentos se hacía insostenible. Empecé ha beber siendo muy joven, pero fue a partir de los 25 años cuando los síntomas de la enfermedad empezaron ha ser más frecuentes y perjudiciales. Ignoraba que mi forma de ser tendría que ver con mi alcoholismo. Era muy posesiva, muy celosa y absorvente, necesitaba ser el centro de atención de todas las personas que me rodeaban. Estube 2 años en tratamiento psiquiátrico. Tomaba tratamiento, tranquilizantes y ansiolíticos , pero cuando terminé con el tratamiento mi cabeza hasta entonces comenzó con las mismas obsesiones. Me divorcié de mi marido, Estaba obsesionada con todo lo que el hacía,, decía, donde iba, con quien, me convertí en una persona axfisiante para él. Terminó odiándome. Por aquel entonces mezclaba pastillas alcohol, una bomba de relojería para mi y todos, los que estaban a mi alrededor. Me quedé completamente sola y tube varios intentos de suicidio, hasta que alguien me sugirió que probase en la comunidad de Alcohólicos anónimos. Fui por complacerle y desde entonces, ahí sigo. Cuando entré y comencé ha oir los primeros testimonios de mis compañeros, supe que ese era mi sitio. Llevo casi 6 años, y ahí he recuperado mi vida social, ya no soy aquella persona que bebía y se drogaba, ahora vivo y dejo vivir y aunque tengo mis circunstancias, como tiene todo el mundo, hoy puedo sentir la vida sin esa presión, gracias a esta nueva vida he conocido a un chico con el cual llevo 3 años, un hombre maravilloso, que siempre me anima a que acuda a las reuniones, ya que ahí está mi recuperación. Vivo día a día, sin esperar nada a cambio. Hoy me siento como EL AVE FENIX QUE RESURGIÓ DE SUS PROPIAS CENIZAS, y todo esto es gracias A.A.
Soy ÉIDER, soy alcohólica y sigo sin beber. SI SE QUIERE SE PUEDE, PERO HAY QUE QUERER.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------




ME LLAMO AINHARA Y SOY ALCOHOLICA
Ahora que empiezo ha escribiros mi historia llevo sobria: 4 años, 3 meses y dos semanas.
Cuando entré por primera vez por las puertas de la comunidad de A.A. lo primero que encontré fue comprensión, amor y serenidad. Esperar que me explique. Cuando me senté por primera vez en una reunión y dije con voz temblorosa dije que no sabía como dejar de beber, que mi vida se había convertido en un infierno y no encontraba solución, mis compañeros me dijeron, que no era culpa mía, que esto era una enfermedad que no tenía cura, pero que si yo quería se podía detener, me contaron sus experiencias y ahí comprendí que ellos me entendían esa angustia que yo padecía, no hubo ningún reproche, o un tu puedes dejarlo cuando tu quieras, me animaron y me dijeron que yo sola no podría, pero que si me daba la oportunidad que ellos en su tiempo se dieron, que saldría adelante, solo me pedían honestidad conmigo misma y el firme deseo de dejar la bebida, de ir a las reuniones de compartir mis alegrías y mis penas y poco a poco iría viendo los resultados.  mientras ellos me irían dando sugerencias me fui dando cuenta con que amor me trasmitían esa esperanza que ellos compartían, la esperanza de un camino más cómodo y más fácil, me hablaban sin inquietudes, con firmeza, convicción y fe.
Me he sentido en momentos muy perdida pero siempre he tenido a un compañero a mi lado y me ha dado su mano para que sepa que no estaba sola, que se puede salir de este sufrimiento solo con tener un poco de buena voluntad, cuando llegué pidiendo ayuda no era solo por dejar de beber es porque ya no sabes manejar tu propia vida. Tu vida se ha vuelto ingobernable, ni siquiera sabía por donde empezar, pero...ahí estaba A.A. para decirte: tu vales, tu puedes, eres un ser humano único y que si tu quieres siempre tendrás la oportunidad de empezar de nuevo y empezar ha tener serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que puedo, y sabiduría para reconocer las diferencias. No me fue fácil, pero me di cuenta que soy capaz de enfrentarme a mis circunstancias sin beber alcohol, a buscarles soluciones para ellos y sinó los había, dejarlos. pues la vida se te da para vivirla con alegría, no para morir en vida.
Hoy soy una mujer con mis defectos y mis virtudes disfruto de cada momento o al menos eso intento, me quiero a mi misma y he aprendido a reirme de mi misma, a ser feliz, y haciendo esto puedo reir con los demás, dar amor es lo más bonito que me ha pasado, simplemente por haber pasado por las puertas de A.A. pues ellos me dieron todo su amor y yo me sentía feliz, hoy hago lo mismo y es curioso, cuanto más amor doy más recibo, hoy por fin me siento una mujer realizada he conocido la libertad de ser yo misma sin ataduras a una botella ni a nada, por eso hoy puedo gritar. GRACIAS POR DEVOLVERME LA VIDA.
Soy AINHARA soy alcohólica y sigo sin beber.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------



ME LLAMO GARBIÑE Y SOY ALCOHOLICA
Mi madre era alcohólica, pude ver insitu en lo que me convertiría con los años. Odiaba a mi madre siempre discutiendo o gritando a mi padre, era una mujer obsesiva hasta el extremo, le cogió afición también al juego y las tragaperras varias veces nos quedamos sin dinero en casa. No tardé mucho tiempo en seguir sus pasos, al principio fue una opción al problema que vivía en casa, pero pronto me vi en un infierno al cual no le encontraba ninguna salida, en cuanto bebía el primer trago no podía parar y aunque había temporadas en las que no consumía alcohol en mi cabeza estaba a todas horas, la idea de un trago me convertía en una persona amargada y la única forma de calmar esa amargura era bebiendo.
Tube dos accidentes de tráfico, me hecharon del trabajo, me quedé completamente sola y aún así, yo pensaba que quien tenía el problema con la bebida eran otros, y no yo. Pedía dinero para irme ha beber y me lo gastaba todo en una noche. Una mañana me desperté en un portal, a 200 kilómetros de mi casa, no recordaba como haber llegado alli, ni con quien había estado, y menos de como fui. Aquello fue mi fondo, un amigo mio me vino ha buscar, uno de los pocos que me quedaba, el me sugirió la idea venir y probar el A.A. y bendito fue ese día, había probado de todo y no lo conseguía. No me funcionó nada. Pero en la comunidad de A.A. estoy recuperando las ganas de vivir, estoy encontrando respuesta a todas mis preguntas y la solución real a mi problema. 
Llevo seis años en sobriedad, tengo una vida y ahora estoy empezando a ser feliz y sigo acudiendo a todas las reuniones que se me sugirieron, ya que ahí es donde debo de estar, recuperándome de mi alcoholismo y ayudando al compañero nuevo que llega pidiendo ayuda. Y os diré más, yo al principio no quería verlo, pero en el momento que acepté mi derrota, mi vida poco a poco se ha ido arreglando. Si tenéis el mismo problema que tengo yo, no dudéis en pedir ayuda, que con la ayuda de los compañeros y compañeras lo conseguiréis como lo estoy consiguiendo yo. YA QUE EN LA ACEPTACIÓN ESTÁ LA SOLUCION. 
Soy GARBIÑE soy alcohólica y sigo sin beber.
------------------------------------------------------------------------------------------------------
                        UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD




Me llamo Amparo y soy alcohólica. Quiero compartir con vosotros cómo llegué a esta comunidad que le ha dado sentido a mi vida.




Cuando cumplí los 18 años le dije a mi madre que ya era mayor de edad y que podía hacer con mi vida lo que quena y lo he pagado caro. Comencé a salir los fines de semana, era una estudiante normalita, no destacaba en los estudios pero si en mis salidas nocturnas. Siempre rodeada de amigos masculinos me jactaba de poder tumbar a un hombre bebiendo, como si aquello fuese una competición y pronto me pusieron el apodo de “la esponja”. Y pobre infeliz de mi, me enorgullecía. Nunca imaginé a donde me llevarla mi competición, que me terminaría convirtiendo en una alcohólica.





Haciendo mi inventario, ahora estoy convencida de que he estado enferma desde el primer día que mis labios probaron el alcohol. Nunca supe controlar pues con 8 años ya pillé mi primera borrachera y era la primera vez que lo probaba. Creía que el alcohol solucionaba mis problemas, que me ayudaba a soportar la dura carga que había sido mi infancia y para llevar ese duro saco a cuestas utilizaba el alcohol. Cuando años más tarde quise descargar ese saco, perdonar y vivir ya era tarde, el alcohol formaba parte hasta del último de mis poros. Con unos 22 años comencé a preguntarme si no tendría problemas con mi forma de beber. Yo no conseguía beberme un par de copas y parar como el resto de mis amigos. Una vez comenzaba, no paraba hasta terminar borracha. Bebía muy rápido para sentir pronto esa sensación de bienestar que me producía el alcohol pero una vez alcanzado, seguía bebiendo para no perderla y acababa por los suelos. Me compré libros sobre el alcoholismo, pero no para darme cuenta de que tenía un problema, los leía para auto-engañarme diciendo que yo, no hacía esas cosas y así poder seguir bebiendo, me engañaba diciéndome que yo no tenía un problema porque simplemente no quería yerme reflejada en lo que leía.




Para mí, un alcohólico no era el que estaba desahuciado con el tetrabrick en cualquier calle, pero si lo era el que necesitaba la copa conforme se levantaba para poder funcionar y a mí no me ocurría eso. Yo todavía podía beber los fines de semana solamente, aunque de vez en cuando ya empezaba a hacer mis escapadas entre semana también. Me casé y me separé, no por culpa del alcohol, cosas que ocurren. Conocí a otro chico y me fui a un pueblo a montar un negocio propio con él, un pub. Y ahí comenzó mi declive. Los tres primeros años logré controlarme algo, pero entonces mi relación se rompió, mi padre sufrió un accidente de trabajo y claro, pobrecita de mi, me auto-compadecía y tenía las excusas perfectas para beber. Comencé al poco otra relación con un chico maravilloso que aguantó lo suyo a mi lado, sospechando en silencio durante esos años, que algo me ocurría que yo no quería reconocer. Un año más tarde operan a mi madre de un tumor cerebral del que logró recuperarse y meses más tarde, mi padre vuelve a tener otro accidente de trabajo en el que fallece. En la misa de la semana del fallecimiento de mi padre, acudí a la iglesia con la cabeza vendada porque ese fin de semana me había caído por las escaleras de la borrachera que llevaba y me había abierto literalmente la cabeza. Y en ese momento me asusté, me asusté muchísimo, pero el susto me duró 15 días, lo que tardé en recuperarme. Y otra vez vuelta a las andadas.




Por esos tiempos yo ya había bebido a diario y había conseguido dejarlo porque otra vez me habían asaltado mis dudas sobre si tenía un problema. Pero mis borracheras de los fines de semana eran peores, había intentado también empezar a beber más tarde, no mezclar bebidas, ponerme un tope de copas que nunca cumplía, de todo, y nada me funcionaba.

Mi novio vivía fuera y yo vivía sola, así que no tenía que dar explicaciones a nadie de lo que hacía, y si las tenía que dar me las inventaba porque la mayoría de las veces ni recordaba que había hecho la noche anterior, con quién había estado bebiendo o a qué hora y en qué condiciones había llegado a mi casa. Así que engañaba, ocultaba, hacía de todo con tal de no tener que reconocer que yo ya no tenía vida si no era con una botella a mi lado. El último año antes de llegar a la comunidad, lo pasé con lagunas mentales, casi cada vez que bebía y eso era todos los fines de semana. No recordaba cómo había llegado a casa, quién me había llevado, donde había aparcado el coche, si había hecho o dicho algo que no debía. Perdí clientes porque los echaba de mala forma estando borracha. Me prometía a mi misma una y otra vez, que esa era la última vez y no era capaz de cumplirlo. Así que supongo que a quién más defraudé fue a mi misma. Procuraba no repetir mis salidas dos fines de semana seguidos con la misma gente para que no se diesen cuenta de que siempre acababa borracha. Me compraba bebida para casa y cuando llevaba un número determinado de copas, me iba para seguir bebiendo a escondidas, en solitario, donde nadie podía controlar cuanto ingería.




Llegué a estar tan mal que ya nada me importaba, me convertí en una irresponsable que le daba igual que su madre perdiera todo lo que tenía por haber avalado mi negocio. Llegó un momento en que me daba igual estar viva que estar muerta. Sabía que si no dejaba de beber, no duraría mucho y aún así no era capaz de dejarlo. Creo que en el fondo de mi ser quería morirme en una de esas borracheras y así dejar de sufrir. Hasta que llegó ese día en que toqué fondo, ese 26 de abril, en que con mi tremenda resaca, me tragué mi orgullo, ese que casi me mata y me reconocí que no podía hacerlo sola. Lo había intentado, pero el alcohol me había derrotado. Y busqué ayuda, busqué un grupo en internet y al día siguiente me presenté, sin pasarme el mensaje, me senté en una silla y me liberé al decir en voz alta que era alcohólica. Han pasado algunas 24 horas, me queda mucho camino por delante, pero no tengo prisa. He vuelto a nacer y lo sé. Se me ha concedido el privilegio de poder enderezar mi vida y hacer algo con ella. Tengo una segunda oportunidad que no quiero desperdiciar así que procuro asistir a las reuniones, hacer algún servicio y estar muy atenta a todo lo que me rodea. Seguir aprendiendo a vivir en sobriedad e intentar ayudar a quién pide ayuda. Disfruto de las pequeñas cosas que me da la vida e intento aplicar el programa para todos los problemas que se me presentan. He conseguido mantenerme sobria, pero sobre todo, he conseguido algo que nunca pensé que lograría, estar en paz conmigo misma.




Felices 24 horas.




AMPARO. ÁREA 23.


Soy Laura y soy alcohólica…ImprimirE-mail
Escrito por Laura Q.
Al momento de escribir este testimonio llevo sobria tres años, siete meses y nueve días, abstención que he logrado gracias a la ayuda que me brindan los grupos de Alcohólicos Anónimos.

Soy una activa ejecutiva de 47 años, separada dos veces, sin hijos, con poca familia y pocas amistades o sea que soy una solitaria… No vale la pena que cuente con detalle los problemas que tuve antes de reconocer que tenía problemas con el alcohol porque ¿La verdad? No tengo ese terrible listado de metidas de pata o ese horrendo prontuario que la gente espera escuchar de boca de una alcohólica que se confiesa, sin embargo reconozco que protagonicé ciertos impases, algunos de carácter íntimo muy vergonzosos, que quisiera borrar de mi vida.

Son muy pocas, poquísimas las personas que sospecharon o se dieron cuenta que yo tenía problemas con el alcohol porque mi obsesión por cuidar mi imagen y por brillar en mi trabajo fueron mayores a mi obsesión por beber, asunto que contribuyó a que me costara muchísimo trabajo descubrir y aceptar que era alcohólica puesto que yo sentía y transmitía que tenía mi vida bajo perfecto control.

Mi fondo fue una crisis de salud que se complicó gracias a que, para beber, interrumpía el tratamiento debido a que una de las drogas no se podía mesclar con alcohol porque se producían efectos colaterales graves… En vista de que el doctor notaba que cada vez mi salud empeoraba, indagó e indagó hasta que sospechó lo que me ocurría, me confrontó y me ordenó consultar a un psiquiatra.

Yo no toleré que el médico me acusar de alcohólica entonces dejé de verlo y busqué a otros especialistas en mi enfermedad pero seguí manipulando los diferentes tratamientos para seguir bebiendo, hasta que mi salud se quebrantó tanto que aterrada tuve que volver con el médico inicial dispuesta a obedecerle en todo.

Aún sin aceptar mi problema de alcoholismo tuve que acceder a consultar un psiquiatra, dejé de beber y seguí mi tratamiento médico al pié de la letra, entonces comencé a ver que mi salud mejoraba pero fue tan terrible mi desespero por beber que comencé a aceptar que tenía un problema con el alcohol entonces busqué información al respecto pero todo lo que encontraba me aconsejaba ir a los grupos de Alcohólicos Anónimos asunto que no me gustaba porque la imagen que yo tenía de esos grupos provenía de películas en que los mostraban como de una especie de ridícula secta casi que religiosa donde un pocotón de viciosos arrepentidos y fracasados se reunían a ventilar sus trastadas e intimidades…

El terror a perder mi salud irreversiblemente fue lo que me mantuvo alejada de la bebida durante algunos meses pero la ansiedad, la obsesión, el mal humor y todo ese desespero que produce la abstención me estaban enloqueciendo… ¿Será que voy a Alcohólicos Anónimos? ¡No! Esa ridiculez no era para mí entonces, en menos de seis meses, cambié de psiquiatra, consulté dos psicólogos y nada, hasta que no aguanté más, suspendí los medicamentos y volví a beber.

En ese momento mi enfermedad estaba cediendo, sin embargo yo era consciente de lo que me pasaría por no seguir correctamente el tratamiento y, a pesar de eso, solamente lograba cuatro o máximo cinco semanas de abstersión pero dejaba de tomar mis medicamentos  para poder beber y en cada recaída bebía con más ímpetu… Viví un año terrible, un infierno, abrumada por las culpas y el miedo… Miedo a enfermarme nuevamente, miedo a que en mi trabajo y mis allegados descubrieran mi problema con la bebida, ¡Miedo a todo! Y me volví paranoica.

Hasta que un día cualquiera buscando unos datos de trabajo en mi vieja libreta de apuntes, me topé con la información que tiempo atrás había recopilado sobre Alcohólicos Anónimos y me pregunté: ¿Qué pierdo con ir? Si no me gusta o veo que no me sirva pues me salgo y listo, no pasó nada…

Preparándome para ir a mi primer encuentro con A.A.,  me preocupé más por imaginar la clase de gente que iba a esas reuniones, me preocupé por vestir de una manera que ocultara mi status social y económico, me preocupé por ocultar mi identidad y me preocupé tanto por un montón de banalidades que  ni se me ocurrió pensar que iría a un sitio en donde podría encontrar algunas respuestas a las tantas preguntas que yo tenía y aprender algo sobre mi problema.

Llegué al sitio justo a la hora y entré rápidamente para no darme tiempo a arrepentirme; antes de sentarme en la silla más apartada que encontré, alcancé a dar una ojeada rápida a la concurrencia, entonces noté que había unas 20 personas, más hombres que mujeres, pero había gente de todas las edades y de todos los estratos pero todos conversando animadamente como amigos y me llamó la atención que algunos me hacían amables señas de saludo como si ya me conocieran. A pesar de la evidente cordialidad generalizada, yo me sentía de mejor familia que todos y sentía que estaba en el lugar equivocado.

El que parecía ser el moderador o director se levantó de su silla y saludó al grupo en voz alta e inmediatamente el recinto quedó en silencio y todo el mundo se puso de pié buscando la mano de las personas que cada cual tenía a su derecha e izquierda, entonces yo, sintiéndome ridícula, terminé cogida de la mano con los dos personajes que estaban a mis lados.

Una vez que todos estuvimos cogidos de la mano de alguien, el grupo al unísono recitó la oración de la serenidad, asunto que se me hizo patético puesto que, con esa alergia que yo le tengo a todo lo religioso, creí que se confirmaban mis temores de que estos grupos eran una especie de comunidad mística.

Al finalizar la oración todos nos sentamos, en tanto yo, recordando las películas y parodias donde dramatizan la mecánica de estos grupos, supuse que ahora pasaría al frente algún tipejo de estos que, con esa sonrisa socarrona tan falsa como una moneda de cuero, diría su nombre, se declararía alcohólico y que después del aplauso del grupo comenzaría a hablar de lo maravillosa que era la vida sin tomar trago…

Pero no fue así… El moderador abrió un libro y evocó el primero de los doce pasos y en seguida leyó un corto párrafo que hacía referencia a la importancia de dar este paso y, después de hacer un breve comentario personal de la lectura, comenzó a darle la palabra a quienes levantaban la mano.

Yo estaba tan ocupada analizando a la gente por su vestimenta que no pude o no me interesó escuchar con cuidado los primeros testimonios que dieron, hasta que una niña de unos 15 años, llorando, comentó que cada vez que ella pensaba que no podía beber ni un solo trago por el resto de su vida se deprimía y que se resistía a aceptar que era alcohólica, pero que se había mantenido seca por miedo a que le volviera a ocurrir que se despertara desnuda con un desconocido y sin saber cómo había llegado ahí ni qué había pasado.

De inmediato se me volteó el estómago porque ese testimonio me hizo recordar unos episodios que yo tenía enterrados muy profundo y que no quería recordar…  Si, a mí me había ocurrido algo parecido: En dos ocasiones terminé en la cama no con desconocidos pero si con hombres con los que jamás me hubiera acostado estando sobria y por ese motivo fue que nunca volví a beber acompañada ni fuera de mi casa.

Después de escuchar ese testimonio que tanto me impactó comencé a escuchar atentamente lo que decían todos pero lo que más me gustó fue que, en la medida en que la gente daba testimonios, el moderador buscaba en sus libros alguna breve lectura que sirviera de ayuda para cada caso y me causó curiosidad que se notaba que él conocía los libros casi de memoria porque encontraba rápidamente lo más adecuado y pese a que era evidente su extenso conocimiento del tema no hacía comentarios de su propio pecunio.

Cuando se acabó la reunión salí despavorida porque sentí miedo de quedarme a charlar con “esa” gente… ¿Miedo de qué? No sé, el caso es que no me quise arriesgar a quedarme y que alguien me preguntara el porqué yo estaba ahí.

Una vez que llegué a mi casa noté que me sentía tranquila, no tenía la ansiedad de siempre por beber y sentí una paz que no experimentaba desde hacía mucho tiempo;  a pesar de mi negación tuve que reconocer que la dichosa reunión me había gustado y me había servido entonces consulté mis notas para ver cuando era la próxima reunión.

Para ir a la siguiente reunión mi actitud había cambiado bastante al punto que esta vez llevé mi libreta para anotar lo que considerara importante o lo que no entendiera y me esmeré por escuchar todo lo que se decía. No puedo negar que me alegré cuando expusieron unos testimonios muy desgarradores que me condujeron a compararme y a pensar que yo no era alcohólica porque jamás había protagonizado cosas tan terribles… Sin embargo mi dicha duró poco porque el moderador hizo una lectura sobre “tocar fondo” entonces entendí que cada persona tiene su propio fondo y que, en mi caso, no era necesario llegar más bajo para entender que tenía problemas con el alcohol ¿Qué más fondo que abandonar recurrentemente mi tratamiento para beber y así exponerme a quedar lisiada de por vida?

Tal vez en la cuarta o quinta reunión a la que fui pude comprender que el programa de Alcohólicos Anónimos es espiritual, es algo interior, del alma y pareciera estar diseñado para que uno haga cambios en su carácter que le permiten armonizar consigo mismo y con su entorno, asunto que no tiene nada que ver con lo religioso, entonces mi perspectiva del asunto dio un giro de 180 grados porque, a pesar de oponerme a seguir pastores y ritos religiosos que considero doble-moralistas, yo sí creo en Dios y escuchando que en A.A. ni siquiera hablan de un dios sino que hablan de una fuerza, de un ser superior que para mí es Dios pero que para otros puede llevar otro nombre y que incluso también tiene forma para los ateos que no creen en que exista Dios pero sienten que hay una fuerza cósmica que rige el universo, entonces pensar en un poder o en un ser superior no riñe con ninguna creencia ni posición religiosa.

En la medida en que continué asistiendo a las reuniones de Alcohólicos Anónimos fui conociendo el programa de los 12 pasos y aprendiendo muchísimas características de la enfermedad al igual que mecanismos para controlarlas pero tal vez lo que más me ayudó en un principio fue entender que el alcoholismo realmente es una enfermedad entonces me resultó más fácil reconocer definitivamente que yo era alcohólica y que mi problema sí tenía solución.

Sin importarle mi cambio tan positivo y mi constante asistencia a los grupos, mi médico no aceptó que prescindiera de la ayuda psicológica  o psiquiátrica por lo que me puse en la tarea de encontrar un psicólogo especializado en adicciones y tuve la suerte  de encontrar uno que orienta a sus pacientes basándose en los doce pasos de A.A., entonces  él me ha ayudado a complementar todo lo que voy aprendiendo en mis reuniones de tal manera que no he tenido la necesidad de buscar un padrino del grupo.

Es que sin la ayuda de un padrino es muy difícil entender y hacer bien el programa porque uno creería que el problema del alcohólico es el alcohol pero mi mayor sorpresa fue cuando, gracias a los grupos,  entendí que el meollo del asunto está en descubrir el porqué los alcohólicos necesitamos tanto de la bebida…  Siendo una profesional exitosa con una hoja de vida impecable,  no fue fácil reconocer que yo era una persona con una autoestima tan baja que me llevó a buscar la aceptación y la aprobación de los demás destacándome en lo profesional y en lo material; también descubrí y tuve que reconocer que tenía importantes defectos de carácter que dificultaron todas mis relaciones personales, asuntos que en conjunto fueron llevándome al caos emocional y de ahí mi necesidad de refugiarme en mi trabajo, en mi éxito laboral, en la soledad y en la bebida.

De manera muy humilde me atrevo a opinar que, por lo menos en mi caso, mi problema de alcoholismo surgió por mi errada actitud ante la vida pero, en la medida en que he ido entendiendo y controlando mis defectos de carácter, he logrado una existencia más armónica conmigo misma y con mi entorno, de tal manera que cada vez me resulta más fácil vivir tranquila y sin pensar en el alcohol.

Parece ser que a los alcohólicos nunca se nos quitan las ganas de beber porque la enfermedad es un monstruo que siempre estará ahí, al acecho y poniéndonos trampas para seducirnos, por eso es que la asistencia a los grupos es tan importante puesto que el grupo no solo nos ayuda a entender y manejar nuestra condición sino que también nos enseña a descubrir y a defendernos de las trampas que perennemente nos pone y nos pondrá la enfermedad.

No puedo decir que gracias a Alcohólicos Anónimos hoy en día viva en un paraíso porque lo cierto es que la vida es bella pero también es dura y el no beber no lo exime a uno de los problemas típicos de la existencia pero si le ayuda a encararlos desde una perspectiva más asertiva y obviamente la abstención lo libra a uno de agravar cualquier mala situación.

Un ejemplo de esto es el nuevo reto que estoy viviendo actualmente: La empresa donde trabajo está en mala situación entonces comenzó a reducir personal y hace poco me notificaron que yo sería una de las damnificadas.

Presa de la preocupación, deprimida y muerta de la rabia esa noche fui a mi grupo y llorando les conté a mis compañeros el problema. ¿Porqué a mi? ¿Por qué justo ahora que estoy en mi mejor momento en que dejé de beber? ¡Después de once años de darles a esos H.P. lo mejor de mí!

Al finalizar la reunión uno de mis compañeros me dijo: “Creer que por dejar el trago no volverás a tener problemas es igual a creer que por ser vegetariana puedes pasearte frente a una vaca recién parida pensando que no te va a atacar”. Una vez que dijo esto, sacó del bolcillo una tarjetica, me la entregó y sin decir nada más se fue.

En la tarjeta estaba impresa la oración de la serenidad y tengo que confesar que hasta ese día pude comprender el enorme valor de esta oración:

“Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar…  Valor para cambiar las que sí puedo y sabiduría para reconocer la diferencia.”

Para no aburrir a aquellos que lean estas palabras y para concluir mi testimonio, solo me queda por decir que lamento que en la televisión, en el cine y en la radio hagan parodias humorísticas o representen a los grupos de A. A. de una manera tan desdibujada de la realidad puesto que esto conlleva a que personas como yo nos formemos una idea errónea y que nos resulte más difícil tomar la decisión de buscar su  ayuda.  Creo que si los no alcohólicos también conocieran las filosofías espirituales de Alcohólicos Anónimos e intentaran vivir aplicando al menos parte de estas, no habría gente tan desdichada y este mundo sería muchísimo mejor.  

GRUPO PARTE VIEJA DONOSTIA - SAN SEBASTIAN