miércoles, 6 de agosto de 2014

CAPITULO 15. VIGILAR LA IRA Y LOS RESENTIMIENTOS

15. VIGILAR LA IRA Y LOS RESENTIMIENTOS

La ira ya ha sido mencionada en este folleto. Pero algunas amargas experiencias nos han convencido de que es tan importante que merece la atención especial de cualquier persona que desee sobreponerse a un problema de trago.   

La hostilidad, el resentimiento, la ira, cualquiera que sea la palabra que usted utilice para describir este sentimiento, parece tener una estrecha relación con la intoxicación y probablemente una relación aún más profunda con el alcoholismo.  

Por ejemplo, algunos científicos preguntaron a un gran número de alcohólicos por qué se emborrachaban, y una de las más importantes respuestas fue "Para poderle echar la bronca a alguien". En otras palabras, sentían la fuerza y libertad para expresar su ira cuando estaban borrachos, fuerza y libertad de que no podían hacer gala cuando se encontraban sobrios.   

Alguien ha sugerido que puede existir una relación bioquímica, sutil indeterminada, entre el alcohol y los cambios físicos que acompañan la ira. Un estudio experimental entre alcohólicos sugirió que los resentimientos pueden crear en la sangre de los alcohólicos una cierta condición de incomodidad que se desvanece con una borrachera.    
Un renombrado psicólogo ha sugerido recientemente que los bebedores pueden gozar la sensación del poder sobre otros que puede traer la influencia del alcohol.  

Se han informado hechos claros acerca de la estrecha correlación que existe entre el beber y los asaltos y homicidios. Parece que en algunos países sucede una gran proporción de estos delitos cuando la víctima o el delincuente se encuentran bajo la influencia del alcohol. Las violaciones, las peleas domésticas conducentes al divorcio, el estupro y maltrato de los niños y los atracos también son frecuentemente paralelos a una condición de bebida excesiva.   

Aun aquellos de nosotros que no hemos tenido experiencias en ese tipo de conducta podemos entender fácilmente la clase de rabia furiosa que puede llevar a algunas personas a pensar en una violencia extrema cuando están suficientemente borrachos. Por eso reconocemos el peligro potencial de la ira.  

No parece existir ninguna duda de que la ira es un estado natural que ocurre en el animal humano de vez en cuando. Al igual que el temor,  puede también tener algún valor de supervivencia para todos los miembros de la especia homo sapiens. La ira hacia ideas abstractas tales como la pobreza, la enfermedad y la injusticia ha producido indudablemente cambios y mejoras en diversas culturas.  

Pero tampoco puede negarse que los asaltos violentos o verbales cometidos bajo la ira excesiva son deplorables y le hacen daño a la sociedad como un todo, tanto como a los individuos. Por ello, muchas religiones y filosofías nos urgen a librarnos de la ira para poder hallar una vida más feliz.  

Sin embargo un gran número de personas tienen la certeza de que reprimir la ira es inconveniente para la salud emocional, de que debemos dar rienda suelta a nuestra hostilidad en alguna forma, o de lo contrario podría envanecer nuestro interior haciéndonos volver esa ira hacia nosotros mismos, y conduciéndonos a una profunda depresión.  

La ira en todos sus aspectos es un problema humano universal. Pero representa una amenaza especial para los alcohólicos. Nuestra propia ira puede matarnos. Los alcohólicos recuperados están casi unánimemente de acuerdo en que la hostilidad, las peleas y los resentimientos nos hacen desear beber, y por consiguiente necesitamos estar alerta contra esos sentimientos. Hemos encontrado formas mucho más satisfactorias que la bebida para manejar este tipo de problemas.    

Volvemos a ellas posteriormente. Primero daremos una lista de la formas y matices que pueden presentar la ira en algunas ocasiones:   

Intolerancia Vanidad Tensión Desconfianza 

Desprecio Rigidez Sarcasmo Ansiedad 

Envidia Cinismo Autocompasión Sospechas 

Odio Descontento Malicia Celos 

Algunos miembros de A.A. han podido, durante su sobriedad, seguir la huella de todas esas sensaciones que conducen a la ira subyacente.  

Durante nuestros días de bebedores, muchos de nosotros dedicábamos muy poco tiempo a pensar en este tipo de cosas. Preferíamos lamentarnos por ellas, o reaccionábamos excesivamente, especialmente después de haberlas atenuado con otro trago. 

Tal vez el miedo también debiera estar en esa lista, ya que muchos de nosotros creemos que la ira es frecuentemente una manifestación del temor. No siempre estamos seguros acerca de qué nos produce ese temor. En ocasiones, no es más que un miedo vago, generalizado e indefinido. Y puede ocasionar una ira igualmente generalizada, que repentinamente acabará enfocándose sobre algo o alguien.  

Los sentimientos de frustración también pueden dar origen a la ira. Los bebedores problema no gozamos particularmente de un alto nivel de tolerancia cuando nos vemos enfrentados a la frustración, bien sea real o imaginaria. Para nosotros, el pasante de esas indigestas emociones era el alcohol. 

Tal vez el resentimiento "justificado" sea el de más difícil manejo. Es el resultado final de la ira "correcta" largamente acariciada. Cuando le permitimos que continúe, lentamente irá minando nuestras defensas contra el consumo de bebida.  

Aun en el caso de que realmente hayamos sido tratados injustamente o exageradamente, el resentimiento es un lujo que, como alcohólicos, no nos podemos permitir. Para nosotros, toda situación de ira es autodestructiva, porque nos puede conducir nuevamente a la bebida.  

(En los libros "Alcohólicos Anónimos" y "Doce Pasos y Doce Tradiciones" se trata en detalle la forma de manejar estos resentimientos). 

No podemos pretender ser expertos en la comprensión de  la psicología profunda; por ello, inicialmente tenemos que concentrarnos, no tanto en buscar las causas de nuestras sensaciones molestas de ira, como en tratar de gobernar esas sensaciones ya sea que las creamos justificadas o no. Tratamos de controlar esas sensaciones para que no nos engañen y conduzcan nuevamente a beber.   

Es forma por demás interesante, varios de los métodos que hemos discutido para evitar la bebida han funcionado espléndidamente para sobreponernos a la molestia interior que sufrimos cuando estamos airados. Cuando empezamos a revolvernos interiormente, por ejemplo,frecuentemente es de mucha ayuda dar algunos bocados de una golosina o tomarnos un vaso de alguna bebida dulce y no intoxicante. 

También es notablemente efectivo, cuando empezamos a sentirnos demasiado molestos por algo, buscar un teléfono y contárselo a nuestro padrino o a alguno de nuestros compañeros. Es muy conveniente detenernos a pensar si no estaremos demasiado cansados. Si es este el caso, hemos visto que después de tomarnos un descanso la rabia se nos ha disipado.   

Repetidamente, con el solo hecho de ponernos a considerar el  refrán "Viva y deje vivir", se aplaca nuestro temperamento. O podemos cambiar repentinamente a una actitud que no tenga nada que ver con la fuente de nuestra ira, como escuchar nuestra música favorita, o hacer algún ejercicio físico. 

Para muchos de nosotros, el meditar las ideas de la Oración de la Serenidad desvanece por completo nuestra hostilidad. Generalmente, cualquier cosa que nos haya puesto en ese estado nos parece algo que no podemos posiblemente controlar o cambiar (los nudos de tráfico, la temperatura, las filas larguísimas en el supermercado, etc.), por consiguiente, lo más sensato y maduro que podemos hacer es simplemente aceptarlo, en vez de ponernos a hervir interiormente o disponernos a beber.  

Naturalmente, hay ocasiones en que nos sentimos resentidos por circunstancias de nuestra vida que pueden, y debieran, ser cambiadas. Tal vez debiéramos renunciar a un trabajo y buscar uno mejor, o divorciarnos, o trasladar nuestra familia a un vecindario diferente. Si es así, una decisión de tal naturaleza necesita ser tomada cuidadosamente, no en forma precipitada o airada. Por eso debemos aplacarnos primero.    

Después podremos darle una meditación calmada y constructiva para tratar de descubrir si nuestro resentimiento está dirigido hacia algo que podemos cambiar. Para verificar esto, lea nuevamente la sección que trata acerca de la Oración de la Serenidad, en la página 37.  

Hay ocasiones en que no debemos tratar con un resentimiento antiguo, sino con una rabia repentina y avasalladora. En tal caso, el plan de las 24 horas (que está en la página 21) y "Lo Primero Primero" (página 55) han ayudado a muchos de nosotros a sobreponernos a esa rabia, aunque al principio no podíamos ver en qué forma podría eso ayudarnos hasta cuando realmente lo intentamos, y obtuvimos resultados sorprendentemente buenos.  

Otro remedio efectivo para la ira es la idea de actuar "como si". Decidimos actuar como lo haría una persona madura y bien equilibrada para manejar un resentimiento como el nuestro. Trate de ensayarlo en alguna oportunidad. Esto funciona efectivamente.   

Y para muchos de nosotros, también tienen mucho valor la orientación profesional de un buen consejero, psiquiatra o sacerdote. También podemos encontrar una válvula de escape en una acción física sin peligro. El ejercicio ya mencionado, respirar profundamente, o una ducha de agua caliente, o simplemente sentarnos a gritar en una silla (claro está, en privado) han ayudado a aliviar de la ira a muchos de nosotros.  

Muy rara vez parece aconsejable la obturación, la disculpa o el represamiento de la ira. Por el contrario, tratamos de aprender a no actuar bajo su influencia, sino a tratar de hacer algo al respecto. Si no lo hacemos, incrementamos enormemente nuestra propensión a beber.   

Como personas no académicas que utilizamos únicamente nuestra experiencia, nosotros los alcohólicos recuperados no tenemos un conocimiento derivado de pruebas de laboratorio o teorías científicas acerca de estos asuntos. Pero pocas personas que hayan tenido alguna vez una resaca pueden olvidar el estado de irritación absolutamente irracional que nos hace sentir. En algunas ocasiones, descargamos esa irritación contra nuestros miembros de familia o compañeros de trabajo, amigos o extraños que ciertamente no han hecho nada para movernos en su contra. Esta tendencia puede durarnos algún tiempo en el período inicial de nuestra sobriedad, así como perduran los residuos de humo en un recinto cerrado, recordándonos nuestros días de alcoholismo, hasta cuando logremos hacer una limpieza completa de nuestra mente. 



GRUPO PARTE VIEJA DONOSTIA - SAN SEBASTIAN