miércoles, 6 de agosto de 2014

CAPITULO 17. SER AGRADECIDO

17. SER AGRADECIDO 

Una mujer miembro de A.A. recuerda que, aun durante lo más terrible de su carrera alcohólica, nunca perdió la fe. Y explica. "Yo tenía una fe firme e inquebrantable en el desastre. Cada mañana, mi primer pensamiento consciente era "¡oh, Dios mío, cuáles serán las nuevas dificultades que van a golpearme en este día!".   

Cuando alguien tocaba a su puerta, ella sentía la seguridad de que era por alguna razón desagradable. Continuamente esperaba que el correo le trajese cuentas y malas noticias. Y si sonaba el teléfono, suspiraba anticipando los terribles acontecimientos que le iba a informar.   

Un gasto tan tremendo de energía en las especulaciones negativas es muy conocido para muchos de nosotros; recordamos el oscuro panorama mental prevaleciente durante la etapa activa de nuestro alcoholismo. Mucha parte de eso, pudo ser simplemente un afecto farmacológico del alcohol, que es una droga depresiva. Cuando logramos que se desvanezcan las últimas moléculas de alcohol de nuestro sistema, gran parte de esa obnubilación desaparece.   

Pero el hábito de pensar en forma neurótica y depresiva permanece en algunos de nosotros, hasta cuando aprendemos a descubrirlo y a desarraigarlo cuidadosamente. 

No existe ninguna receta para el optimismo vacuo. No pretendemos que las dificultades no tengan sentido, ni queremos negar que todos debemos remontar algunas penalidades de vez en cuando. El dolor hiere realmente, y así también sucede con muchas otras clases de tristezas.  

Sin embargo, ahora que nos sentimos libres del alcohol, tenemos mucho más control sobre nuestro pensamiento. Tenemos un campo más amplio en pensamientos, y nuestra mente ya no está empapada. Los pensamientos en los cuales preferimos gastar nuestro tiempo en un lapso cualquiera de 24 horas pueden influir fuertemente en la formación de nuestra sensación particular para ese día: brillante y saludable u opaco y desalentador. Puesto que  gran parte de nuestro pensamiento solía estar intrincadamente asociado con nuestro estilo de vida alcohólica, hemos visto que vale la pena observar estrechamente nuestros hábitos de pensamiento y buscar formas diferentes y mejores para utilizar nuestra mente.  

Es probable que las ilustraciones siguientes no se ajusten exactamente a su caso, pero si los problemas son distintos tal vez las emociones podrán reconocerse por los tonos emocionales conocidos que las acompañan. Algunas están intencionalmente exageradas, para que el punto que queremos tratar se aclare en forma inequívoca. Otras pueden, a primera vista, aparecer triviales. Muchos de nosotros hemos visto que los cambios sutiles y pequeños son un magnífico punto de arranque para lograr la recuperación fuerte y substancial.  

Cuando nuestra hijita empieza a dar sus primeros pasos y se cae, golpeándose la frente y armando un berrinche, es muy simple verificar si está seriamente herida o simplemente asustada.  
Entonces podemos tener la alternativa de gritar histéricamente porque la chiquilla se hirió o asustó, y empezar a preocuparnos por todo lo que pudo haber sucedido; o por el contrario podemos también mantener nuestra sangre fría y tratar de consolarla, dando gracias de que no haya ocurrido una lesión grave.  

Cuando nuestro abuelo de 90 años de edad, fallece después de una larga y penosa enfermedad, tenemos otra alternativa. Podemos insistir en que lo único por hacer es rabiar en nuestra tristeza y maldecir por lo sorpresivo de ese desarrollo, o tragar nuestro sentimiento de culpa, y tal vez empezar a beber por ese motivo. O podemos también, además de ponernos tristes, recordar que él tuvo una vida larga, y probablemente buena y satisfactoria; que tratamos de hacer por él lo mejor que podíamos para manifestarle continuamente nuestro cariño; y que sufrimiento e infelicidad ya dejaron de actuar. Es muy dudoso que él agradeciera nuestra utilización de su muerte como excusa para emborracharnos y poner en peligro nuestra salud.  

Cuando finalmente logramos un lugar con el cual hemos soñado mucho tiempo, podemos concentrarnos en los inconvenientes que ofrece nuestro alojamiento, la dureza del clima, el que ya no podamos gozar tanto como antes, o lamentar el hecho de que podamos gozar tanto como antes, o lamentar el hecho de que solamente podemos disponer de unos pocos días o semanas. O por el contrario podemos sentirnos agradecidos por haber podido ir finalmente a ese lugar, y establecer mentalmente una lista de los placeres sanos que podemos encontrar si los buscamos.   

Debemos también vigilar nuestra tendencia a decir, "Sí, pero . . ." en respuesta a cualquier afirmación optimista, positiva, o de felicitación. La buena suerte de un amigo o su apariencia juvenil, o la donación que hace algún personaje a una institución de beneficencia pueden tentarnos a decir amargamente, "Sí, pero . . ." Pero . . . ¿es que esta forma de pensar le ayuda a alguien, incluyéndonos nosotros mismos? ¿Es que no podemos dejar simplemente que sucedan las cosas buenas? ¿Es que no podemos sentirnos agradados por ello, en vez de tratar de degradarlas?   

Aquellas personas que tratan de dejar el cigarrillo se dan cuenta de que existen dos posibilidades: la primera, refunfuñar continuamente acerca de lo difícil que es, "En esta ocasión, no podrá hacerlo" o "ahí está, otra vez volví a encender otro cigarrillo"; o segundo, tratar de gozar la maravilla de una respiración libre de humo, alegrarnos de que hemos logrado hacer pasar otra hora sin fumar y, aun cuando inconscientemente volvamos a encender un cigarrillo, congratularnos por haber podido apagarlo antes de terminarlo totalmente.  

Si alguno de nosotros se gana $ 500 en una lotería que tiene $ 50.000 de premio mayor, es muy fácil señalar cuál debe ser la actitud sensata. Seguramente es no amargarnos por no haber alcanzado el premio mayor.   

Continuamente se nos presentan oportunidades para tomar alternativas similares a las consideradas, y nuestra experiencia nos convence que el sentir gratitud es mucho más confortable, y hace que la abstención sea mucho más fácil. El descubrimiento de que no es difícil desarrollar el hábito de la gratitud si hacemos el esfuerzo se nos presentará como una grata sorpresa.   

Muchos de nosotros fuimos reacios a ensayar este sistema. Pero los resultados hablaron por sí mismos, y esto tenemos que admitirlo. Al principio tendremos que aprender a mordernos la lengua para no expresar el comentario cínico. Tendremos que tragar dos veces antes de que se nos escape una anotación positiva pero irónica de las que tanto utilizábamos durante nuestra vida de alcohólicos activos. Pero poco a poco se va volviendo más fácil, y puede convertirse en una fuerza poderosa y confortable dentro de nuestro proceso de recuperación. La vida está hecha para gozarse, y nosotros queremos aprender a gozarla.  

Haciendo memoria de las épocas en nuestro período de bebedores, hemos recordado otra manifestación de negativismo, pero que también es del tipo de conducta que muchos han aprendido a cambiar; ese cambio en nuestras acciones ha traído también actitudes positivas y el mejoramiento de nuestros 
sentimientos.  

Por alguna razón, gastamos una cantidad de tiempo pensando o haciendo notar, o hablando de lo equivocadas o lo incorrectas que eran persistentemente las otras personas. Para algunas, este cambio empieza con la tentativa voluntaria de esperar, y aceptar durante un momento la hipótesis de que posiblemente la otra persona pueda estar en lo cierto. Antes de apresurarnos a juzgar, suspendemos nuestra propia argumentación, escuchamos cuidadosamente, y tratamos de llegar a un resultado justo.   

Por alguna razón, gastamos una cantidad de tiempo pensando o haciendo notar, o hablando de lo equivocadas o lo incorrectas que eran persistentemente las otras personas. Para algunas, este cambio empieza con la tentativa voluntaria de esperar, y aceptar durante un momento la hipótesis de que posiblemente la otra persona pueda estar en lo cierto. Antes de apresurarnos a juzgar, suspendemos nuestra propia argumentación, escuchamos cuidadosamente, y tratamos de llegar a un resultado justo.   

Puede que sí, puede que no, estemos equivocados. Esto no es lo importante aquí. Cualquiera que sea el resultado, temporalmente por lo menos nos hemos liberado de nuestra urgencia alcohólica de tener siempre la razón. Hemos visto que un sincero "Yo no sé" puede ser rejuvenecedor. Es decir, "Estoy equivocado, usted tiene la razón" es muy nutritivo para nuestras mentes cuando nos sentimos suficientemente en paz con nosotros mismos como para no sentirnos molestos por estar equivocados. Hemos llegado al punto de sentirnos tranquilos y agradecidos por poder abrir nuestras mentes a nuevas ideas. Los más fervientes científicos siempre están alertas para aceptar los nuevos hechos que puedan probar que sus teorías están equivocadas, con el objeto de poder descartar las nociones falsas y llegar un poco más cerca de la verdad que están buscando.  

Cuando logramos alcanzar una actitud mental similar, vemos que nuestro negativismo instantáneo ha empezado a evaporarse. Tal vez un ejemplo pueda clarificar la relación que existe entre el deseo de tener siempre la razón (o sea el negativismo de creer que todos los demás están equivocados), y la libertad de poder estar equivocados nosotros mismos, para asimilar y utilizar las nuevas ideas y las ayudas distintas para permanecer sobrios.   

Muchos de nosotros, cuando bebíamos, teníamos la absoluta seguridad de que nuestra manera de beber no era perjudicial. No necesariamente que estuviéramos pendientes de eso, pero cuando escuchábamos a un sacerdote, un psiquiatra, o un miembro de A.A. hablar sobre el alcoholismo, estábamos listos para responder que nuestra forma de beber era diferente, que no necesitábamos ninguna de las sugerencias que nos hacían estas personas, aun en le caso que pudiéramos admitir  que teniamos alguna dificultad con nuestra bebida, estábamos seguros de que podríamos resolverla por nuestra propia cuenta. Por eso cerrábamos la puerta a cualquier tipo de información o de ayuda. Y detrás de esa puerta continuaba nuestro alcoholismo con mayor fuerza. 

Nuestras dificultades tuvieron que ser muy terribles, y tuvimos que empezar a sentirnos muy desesperados para que pudiéramos abrir nuestras mentes un poquito y dejar entrar alguna luz que nos pudiera ayudar.   

Para millares de nosotros, uno de los más claros recuerdos que incorpora la sabiduría de "ser agradecidos" es el recordar aquello que dijimos y pensamos originalmente acerca de Alcohólicos Anónimos cuando tocó por vez primera nuestra atención.   

"Eso está bien para ellos, pero yo no estoy tan mal, de manera que eso no es para mí".  

"He visto algunos antiguos miembros de A.A. que andan borrachos en las tabernas. Por lo que ellos dicen, yo puedo asegurar que eso tampoco me podrá servir a mí".  

"Conocí a un tipo que se unió a A.A. se volvió un tipo rígido, fanatico, aburrido, rigido e intolerante". 

"Me aburre toda esa habladera acerca de Dios y tener que asistir a las reuniones. Por otra parte, yo nunca he sido gregario".  

Hoy en día, la sinceridad nos obliga a admitir que hemos gastado más tiempo concentrándonos en esas opiniones negativas, y reforzando nuestras razones para beber, del que invertimos realmente investigando a A.A. con una mentalidad abierta. Esa investigación era muy poco científica. Por el contrario, fue superficial y pesimista, una búsqueda de las cosas que no nos iban a gustar.  

Nosotros no hablamos con un número suficiente de miembros recuperados, ni leímos profundamente la literatura disponible sobre y acerca de A.A. Si no nos gustaron algunas cosas o personas que encontramos en A.A., inmediatamente rechazamos a toda la Comunidad para tener la excusa de que habíamos ensayado, pero no nos sirvió. (¡Esto nos recuerda al hombre que dijo que no le gustaba la lectura porque en una ocasión había leído un libro que no le había satisfecho!).  

Ahora vemos claramente que hubiéramos podido actuar en otra forma. Hubiéramos podido dedicar algún tiempo a buscar las cosas que no nos gustaban en A.A., formas distintas en que pudiéramos aprovecharlo mejor, ideas y afirmaciones con las cuales pudiéramos estar de acuerdo. Hubiéramos podido sentirnos agradecidos de que A.A. reciba afectuosamente a sus visitantes, y que no les obligue a tomar decisiones inmediatas.   

Podríamos sentirnos agradecidos de que A.A. no tenga cuotas, ni matrículas y no exija adherencia formal a ninguna doctrina, regulación o ritual. si algunos de los A.A. nos parecieron charlatanes, había simultáneamente otros miembros sobrios, calmados y que hablaban más de acuerdo con nuestra manera de pensar. Hubiéramos podido tratar de investigar por qué hay tantos expertos y eminentes profesionales que han apoyado a esta comunidad durante tantos años. Algo de todo esto debe ser bueno.  

Hemos aprendido, que en muchas ocasiones el permanecer sobrio puede depender simplemente de hacer esta elección. Podemos gastar muchas horas buscando razones para convencernos de que deseamos o necesitamos o intentamos tomarnos un trago. O por el contrario podemos invertir el mismo tiempo haciendo una lista de las razones por las cuales la bebida no es conveniente para nosotros y la abstinencia es mucho más saludable, llenándonos así de ideas, de acciones que podemos llevar a cabo en lugar de beber.   

Cada uno de nosotros hace a su manera esa elección. Nos sentimos muy agradados cuando alguien escoge una decisión similar a la nuestra. Pero ya sea que usted esté interesado en A.A. o no, ofrecemos nuestros buenos deseos para cualquier persona que trate de permanecer sobria en cualquiera de las maneras posibles. Por consiguiente vivimos agradecidos de tener la libertad de hacerlo en las formas que se han descrito aquí.  


GRUPO PARTE VIEJA DONOSTIA - SAN SEBASTIAN