miércoles, 30 de julio de 2014

CAPITULO 27. ABANDONAR LAS IDEAS ANTIGUAS

27. ABANDONAR LAS IDEAS ANTIGUAS


Las ideas que han estado tan profundamente arraigadas en nuestras vidas de bebedores no podrán desaparecer rápidamente, como por un toque de magia, desde el momento en que empezamos a mantener el corcho tapando la botella. Pueden haberse ido nuestros días de vino y rosas, pero la enfermedad continúa dentro de nosotros. 

Por eso hemos visto el valor terapéutico de arrancar de nuestras mentes esas antiguas ideas que pueden volver a presentarse nuevamente, como se ha comprobado en la realidad. 

Lo que estamos tratando de adquirir es una sensación de bienestar, alivio y liberación de nuestro antiguo modo de pensar. Muchos de nuestros hábitos iniciales de pensamiento, y las ideas que producian, alivio y liberación de nuestro antiguo modo de pensar. 
Muchos de nuestros hábitos iniciales de pensamiento, y las ideas que producían, limitan nuestra libertad. Son simplemente un lastre, y así las veremos cuando las examinemos con cuidado. No tenemos porqué aferrarnos a ellas, a menos que demuestren ser válidas y todavía provechosas. 

Podemos ahora medir la utilidad y verdad actuales de un pensamiento, tomando una medida específica de comparación. Podemos decirnos, "Bien, ¿lo que yo pensaba cuando bebía, me ayuda ahora a permanecer sobrio? ¿Es conveniente para mí hoy en día esa idea?". 

Muchas de nuestras ideas antiguas, especialmente las relacionadas con el alcohol, la bebida, la forma de emborracharnos, el alcoholismo (o forma problemática de beber, si usted lo prefiere), demuestran que no son válidas o que pueden ser autodestructivas para nosotros, y es por consiguiente un gran alivio desembarazarnos de ellas. Tal vez unos pocos ejemplos sean suficientes para ilustrar nuestra disposición de ánimo para desechar esas ideas obsoletas o inútiles.  

Muchos de nosotros, cuando estábamos en la juventud, creíamos que el beber era una forma de demostrar que ya no éramos niños, o que ya éramos hombres sofisticados y recorridos, o lo suficientemente rudos como para desafiar a los padres y demás autoridades. En muchas mentes, la bebida está estrechamente ligada con el romance, el sexo, la 
mentes, la bebida está estrechamente ligada con el romance, el sexo, la  música, o con el éxito financiero, la distinción social, y el lujo de alto rumbo. Cuando en la escuela alguien trataba de enseñar algo acerca del alcoholismo, generalmente se refería a los problemas de la salud y la posibilidad de perder la licencia de conductor, nada más. Y muchas personas todavía están convencidas de que la bebida en la más mínima cantidad es algo inmoral, conduce directamente al crimen, el sufrimiento, la desgracia y la muerte. Cualesquiera que hayan sido nuestros sentimientos respecto a la bebida, positivos o negativos, generalmente eran sumamente fuertes y mucho más emocionales que racionales.  

O tal vez nuestras actitudes hacia la bebida hayan sido meramente automáticas, como aceptación inconsciente de las opiniones de otras personas. Pero muchos, el beber es una parte esencial de las ocasiones sociales, un pasatiempo inocuo y agradable que se hace en ciertos lugares entre amigos y en ocasiones específicas. Otros tienen a la bebida como un acompañamiento necesario para la comida. Pero ahora nos preguntamos a nosotros mismos: ¿Es realmente imposible gozar la amistad o la comida sin beber? ¿Tuvo nuestra forma de beber alguna consecuencia en el mejoramiento de nuestras relaciones sociales? ¿O incrementó nuestro gusto por la buena comida?  

La idea de emborracharnos produce reacciones aún más extremas, en pro y en contra. La borrachera puede ser vista como una diversión, o como una desgracia. La sola idea es repugnante para muchas personas, a diferentes niveles. Para algunos de nosotros, era un estado deseable, no sólo porque era lo que creíamos que otros esperaran de nosotros, sino porque nos gustaba la sensación y también porque era una condición la cual muchas celebridades no tomaron muy en serio. Algunas personas son intolerantes con aquellos que nunca se han emborrachado; otros rehuyen a quienes se emborrachan demasiado. Y los descubrimientos modernos de la ciencia respecto a la salud han tenido muy poca influencia hasta ahora para que cambien dichas actitudes. 

Cuando escuchamos por primera vez la palabra "alcohólico", la mayoría de nosotros la asoció exclusivamente con los hombres ancianos, temblorosos y desarrapados que veíamos pidiendo limosna o durmiendo en las aceras de los barrios más miserables. La gente bien informada se da ahora cuenta de que tal idea es absolutamente falsa. 
  
Sin embargo, durante nuestros primeros intentos de abstención,subsisten en muchos de nosotros residuos de esas nociones obsoletas y equivocadas. Nublan nuestra visión y nos dificultan ver la verdad. Pero finalmente aceptamos la idea de que, posiblemente, algunas de esas nociones pueden ser erróneas, o que por lo menos no reflejan adecuadamente la propia experiencia personal.  

Cuando pudimos persuadirnos a nosotros mismos a mirar objetivamente esa experiencia y a escuchar ideas diferentes de las propias, pudimos adquirir una gran cantidad de información que antes no habíamos examinado cuidadosamente.   


Por ejemplo, estuvimos dispuestos a examinar la descripción científica de que el alcohol es una droga que altera la conciencia, y no simplemente un pasatiempo para calmar la sed. Esa droga se encuentra no sólo en bebidas, sino también en comidas y medicinas. Y en la actualidad, casi todos los días, leemos o escuchamos acerca de algún descubrimiento de que esta droga ocasiona un daño físico del cual no habíamos sospechado anteriormente, al corazón, a la sangre, el  estómago, al hígado, a la boca, al cerebro, etc.  

Los farmacólogos y otros expertos en adiciones afirman ahora que el alcohol no debe considerarse como algo totalmente inocuo y sano, aunque sea utilizado como bebida estimulante, sedante, tónico o tranquilizante. Pero por sí mismo, no conduce necesariamente a un daño físico o a una degradación mental en todos los casos individuales.   
Aparentemente, la mayoría de las personas que lo utilizan, pueden hacerlo sin que sufran perjuicios en sí mismos o para otros. 
hacerlo sin que sufran perjuicios en sí mismos o para otros.

El beber, según creemos, puede verse médicamente como la ingestión de una droga; la borrachera, como una sobredosis. El abuso de esta droga puede conducir, directa o indirectamente, a problemas de toda clase, físicos, psicológicos, domésticos, sociales, financieros, vocacionales. En vez de pensar lo que la bebida hizo en nosotros, empezamos a ver lo que le hace a ciertas personas.   


Hemos observado que cualquier persona que tenga alguna clase de problema relacionado con la bebida puede estar sujeta a la condición que llamamos "alcoholismo". Esta enfermedad golpea sin consideraciones de edad, credo, sexo, inteligencia, raza, salud emocional, ocupación, situación familiar, constitución física, hábitos nutritivos, posición social o económica, o personalidad general. No se trata de la cantidad o la forma en que usted bebe o cómo o cuándo o por qué, sino en qué forma se ve afectada su vida pro el licor, o sea, qué le sucede a usted cuando bebe. 

Antes de que pudiéramos reconocer dentro de nosotros mismos la existencia de la enfermedad, tuvimos que rechazar el antiguo mito de que la admisión de que ya no nos era posible probar el alcohol era un síntoma de vergonzosa debilidad (y esto en el caso de que alguna vez hubiéramos podido controlarlo).  

¿Debilidad? Por el contrario, se necesita un valor considerable para soportar estoicamente la amarga verdad sin reservas, sin echarle la culpa a alguna, sin excusas, y sin engañarnos a nosotros mismos. (No es muy bien visto el que nos vanagloriemos, pero francamente, muchos de nosotros creemos que éramos campeones mundiales en el autoengaño).   

El proceso de recuperación del alcoholismo se ha visto también nublado por muchas nociones equivocadas. Al igual que millones de personas que han visto a alguien beber hasta la muerte, nos hemos preguntado por qué el bebedor no utiliza la fuerza de voluntad para dejar de beber.   

Esa es otra idea pasada de moda, pero continúa vigente dentro del medio porque muchos de nosotros hemos sido sometidos a la influencia de la fuerza de voluntad. Tal vez en nuestra familia o vecindario nunca faltó el tío a quien todos debíamos admirar. Habiendo sido un sinvergüenza durante muchos años, dejó repentinamente el vino, las mujeres, y la música a la edad de cincuenta años y se convirtió en un modelo de rectitud y virtud y nunca volvió a probar una gota de licor.   

Esa noción infantil de que nosotros podíamos hacer otro tanto cuando quisiéramos fue una ilusión peligrosa. Nosotros somos únicos, y a nadie más nos parecemos. (No podemos emular al abuelo, que bebió un litro de whisky diario durante su vida hasta la edad de noventa años).   

En la actualidad está bien establecido que la fuerza de voluntad por sí misma no tiene sobre el alcoholismo un poder curativo mayor que el que puede tener sobre el cáncer. Nuestra propia experiencia ha confirmado esta afirmación repetidamente. Muchos de nosotros tratamos de controlar o de suspender definitivamente la bebida, sin éxito perdurable en ninguno de los dos casos. Aun así, no fue fácil admitir que necesitábamos ayuda, puesto que eso también nos parecía un síntoma de debilidad. Sí, en realidad teníamos que sobreponernos a ese otro mito. 

Pero finalmente nos hicimos esta pregunta: ¿No será mucho más inteligente buscar y encontrar un poder superior al nuestro que persistir en nuestros inútiles esfuerzos personales, máxime cuando hemos visto una y otra vez que son inefectivos? Todavía no creemos que sea una muestra de inteligencia el tratar de ver en la oscuridad cuando se puede simplemente encender una lámpara y utilizar la luz que nos proporciona.    

Nosotros no adquirimos la sobriedad enteramente por nuestra propia cuenta. Esa no fue la forma en que aprendimos a permanecer abstemios. Y tampoco, el gozar plenamente de una vida de sobriedad es tarea para una sola persona.  

Cuando estuvimos dispuestos a mirar, aun temporalmente, ideas diferentes a las que teníamos, pudimos realmente empezar nuestro camino hacia una nueva vida feliz y saludable. En esa forma, que muchos de nosotros creíamos que nunca sucedería, empezamos la recuperación millares y millares de A.A. 


GRUPO PARTE VIEJA DONOSTIA - SAN SEBASTIAN